Alexandra Shjelderup llega a la esquina donde estamos con Lencho y Roberto. Está advertida y llega dispuesta a dejarse llevar por el momento. Pero la oportunidad es rara y se anima a proponer. Pregunta si es posible una entrevista antes de la venta. A falta de objeción se prepara con el camarógrafo. Luego de tratar de entrar en razón con los empleados de la pizería Tamburelli de la Vía España, desiste de utilizar una mesa para la entrevista, a pesar de hacer notar que hemos consumido todos ahí (incluso estos señores de apariencia menos cautivadora que la suya). Es inútil, tienen miedo y Lencho lo comprende. Roberto también lo entiende y se hace de paciencia, total, hoy ha comido algo y lo demás es ganancia.
Ahora Alexandra tiene la oportunidad de mirar a los ojos a Lencho y le pregunta cuántos años tiene de estar en la calle. "Muchos" -le contesta él con una sonrisa.
Lencho se alegra de que venga la televisión a filmarlo porque así su hermanita lo verá. Hace tiempo que no la ve, y ella ha querido internarlo dos veces. Pero él dice que no sirve para estar encerrado. Ya se habituó a la calle.
Le muestra los tesoros que se encontró. Son objetos preciosos, pero tal vez de poco valor comercial. ¿Cómo saber, si ni él mismo ha querido asegurarse? Quizás es mejor no saber. Ahora por lo menos piensa que son un tesoro.
Ahora el turno es de Roberto. Antes escuchaba a Lencho atentamente. También tiene algo que contar. En su caso también fue mala suerte, dice.
Alexandra sigue la entrevista. Ahora es más difícil escucharles. Este hombre habla muy bajo, como si no tuviera mucho vigor. Tose de vez en cuando, y se ve que se apena por eso. Su historia no tiene para él nada espectacular, con ella se va dando cuenta del error, de que en su caso no es tan mala suerte. Es joven y todavía puede que tenga tiempo. Salir de la calle es el reto que se ve difícil. La esperanza no es muy clara porque para volver al mundo que él dejó haría falta como volver a nacer de nuevo.
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