Leer un poema, tratar de entender, intentar la comunión con la palabra es tal vez la última parte. La primera parte es otro dolor. Sin embargo, estar ahí creyendo en la poesía, en que lo que dice tiene que ver con uno mismo es un ejercicio difícil de profundizar.
No todo el mundo va detrás de un verso, declarándose abierto a la definición, al trazo de unas líneas que se convierten en letras y palabras. No hay muchos que se hagan por unos minutos indigentes y cambien sus ambientes refrigerados por un poco de sol de mediodía, y así ver de cerca el significado.
Aquí faltan testimonios, experiencias, visiones, frustraciones y muchas preguntas. Pero puedo decir que también así es posible creer en la poesía.