Ciro Jackson espera a que cambie la luz del semáforo,
el agua con jabón está lista, pero
las luces tienen su ritmo.
Los conductores no entienden,
sólo saben que desean avanzar;
ellos sólo quieren superar una luz más.
Pocos se detienen a observar la calle,
su sistema respiratorio,
su presión sanguínea,
la fragilidad que habita en el verde,
la intensa agonía del ámbar,
ni las infinitas historias del tiempo en rojo.
Ciro Jackson piensa:
esta noche voy a comer algo,
la gente es generosa en estos días,
tienen muchas monedas y
las tiran al vacío como peste.
Yo cuento una moneda sobre otra,
las apilo - dice - y la montaña crece.
Ayer hice once dólares y lloré de la risa,
pagué mi cuarto y me quedaron dos pesos.
Con eso no se puede comer, pero
una sodita con galletas llena.
Ciro Jackson camina entre los autos,
calcula el momento,
lanza el agua enjabonada con su esponja
y limpia la visión del conductor
hasta ver su rostro detrás del parabrisas
y su alma sumada
en el monto que piensa pagar
por la limpieza.